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Salud Emocional en tiempos difíciles

El alto abrupto a la vida agitada a la que estábamos habituados, la “normalidad”, puede detonar en nosotros estados de depresión. Dada la gravedad y sobretodo el matiz de miedo que tiñe nuestro entorno, la pandemia lo eclipsa todo; incluso asuntos tan delicados como el aumento de los índices de depresión y la violencia doméstica. Es increíble constatar como aquello que no podemos controlar, o lo desconocido, desata en nosotros el “monstruo” que se quedó dormido debajo de la cama, acechando nuestros miedos infantiles: el miedo. 

 

Es cierto que en torno al miedo gira nuestra sobrevivencia. El miedo nos hace precavidos, pero cuando nos rebaza, nos paraliza, nos atropella y nos avasalla, al final, nos retorna a estadios de sobrevivencia muy básicos.  Como el ataque o huida ante un “enemigo” desconocido y tan atemorizante, como puede ser el COVID, que nos ha puesto frente a frente, con nuestra fragilidad, ante la inmensidad de la muerte. La reacción de muchos es de ataque y ese ataque es lesivo para aquellos más próximos y, lo que es peor aún, los más frágiles: las mujeres y los niños. Nuestros seres que deberían ser los más “queridos” tienden a ser el receptáculo de nuestro miedo expresado en ira. 

 

¿Qué nos está pasando?,  ¿qué hace estallar a la fiera que llevamos dentro?,

¿qué nos impregna la energía del miedo? Estamos en casa, la mayoría del tiempo conectados a la “TV-nodriza”, a la inmensa “hidra” de las redes sociales, “libando” noticias trágicas, de violencia, de enfermedad, de muerte. Exacerbando el miedo, nutriéndolo de tal modo que ha devenido en pánico y, ante esto, la negación es una puerta. A través ella salimos a la calle sin cubrebocas, sin guardar las normas mínimas de seguridad  –la sana distancia y la higiene– y nos exponemos y exponemos a otros porque “si no lo vemos, no existe”, así lo negamos. O la otra, nos quedamos en casa y nuestro miedo se descarga a través de la ira y la violencia. ¿Qué hacer ante esto?

 

Busquemos otra puerta de salida a esta energía, porque eso es, energía que sólo busca expresarse. Ocupa tu tiempo en una opción más creativa, más luminosa, más amorosa. Sé creativo.

 

* Puedes escribir lo que sientes, como si hablaras contigo mismo y escucharas tus más recónditos miedos. Tranquiliza al pequeño(a) que tiembla dentro de ti, por tanta incertidumbre que hay afuera. Habla con él, que sienta tu presencia, que sepa que no está solo (a).

 

* El Arte es una excelente opción: dibuja, pinta, canta, rima, baila, etc. Dale espacio a esa energía y crea arte. Te sorprenderás de toda la belleza que hay dentro de ti, de lo que eres capáz de hacer. 

 

* La fé sostiene y da asidero. Confía en algo o en alguien fuera de ti mismo, libera la tensión que da la carga. Ora, medita, haz yoga, tai-chi, etc. Leé sobre budismo, leé la Biblia, etc. deja que tu “alma” suelte la carga y la deposite en “alguien” fuera de ella. El camino así se hará más leve.

En conclusión, hagamos del miedo un mensajero que nos habla de nuestras fragilidades y mejor aún, de nuestras fortalezas. Que nos permita “mirar adentro” y desde ahí, crecer, evolucionar, ser mejores, aprender.

 

Que estos momentos de crisis sean de aprendizaje y de crecimiento y que al perder, sea lo que sea que estemos perdiendo, no perdamos lo más importante, no perdamos la experiencia.

 

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